Hablando en plata, estamos por fin descubriendo los trucos a que recurren los niños para controlar sus impulsos –distraerse, darse la vuelta ignorando el caramelo tentador, entre otras estratagemas– o, lo que es lo mismo, la prioridad que deberíamos otorgar al aprendizaje emocional. La ciencia está corroborando ahora que la gestión de las emociones básicas y universales debería preceder a la enseñanza de valores y, por supuesto, de contenidos académicos. Les va, a los niños, su vida de adultos."
- Primero. Saber lo que les pasa por dentro. Comprender cómo la inseguridad y el miedo influyen en su comportamiento. Desarrollar un vocabulario emocional sólido con el que puedan comunicarse con el resto.
- Segundo. Identificar los sentimientos de los demás para aprender a ponerse en su lugar. El desarrollo de la empatía permite construir una sociedad cohesiva.
- Tercero. Aprender a gestionar las emociones básicas y universales. Son intangibles, pero son el único activo con el que se viene al mundo.
- Cuarto. Diseñar, ejecutar y evaluar soluciones responsables a los problemas, y no adoptar posicionamientos dogmáticos, que no se han podido o querido comprobar.
- Quinto. Resolver conflictos para mantener relaciones sosegadas con los demás. Rechazar aquellas decisiones que impliquen violencia o agresión.
Distintas pruebas científicas demuestran que los niños educados con prácticas afines a estos criterios son más felices, confían más en sí mismos y son más competentes social y emocionalmente. Además, resulta que una buena educación social y emocional también mejoraría nuestros maltrechos resultados académicos."
No puedo estar más de acuerdo. Pero por mal camino vamos, y para muestra un botón. No quiero generalizar, creo que hay de todo, como en botica, pero sólo con darse un garbeo un sábado por la noche ves de qué pasta están hechos los quinceañeros/as de hoy en día. Ellas unas pelandruscas preocupadas únicamente por su aspecto y a cuántos se ligarán esa noche. Y ellos unos pequeños neandertales machistas, homófobos y egocéntricos que se jactan de su incultura e ignorancia.
Pero claro, el caldo de cultivo ahí está: unos padres ausentes (eso es lo que verdaderamente está destruyendo a la familia, unos horarios laborales totalmente incompatibles con una vida personal y familiar plena) que tratan de comprar el cariño de sus hijos con caprichos, sin darse de cuenta de que lo único que están haciendo es malcriarles, y la influencia perniciosa de unos medios de comunicación que les ofrecen unos modelos de comportamiento cuanto menos alucinantes: el otro día, sin querer, puse antena 3 (la eterna aspirante a tele 5) y vi el comienzo de 'Física o Química', una especie de resumen de los capítulos anteriores. Me quedé petrificado, con la mano sujetando en alto el mando a distancia, incapaz de mover el dedo pulgar para cambiar de canal.
Y los dibujos animados para los niños. Antes, la programación infantil era educativa y trataba de transmitir unos valores que a mi entender son positivos (bondad, respeto, compañerismo, familia, amistad...): series como La abeja Maya, la Casa de la Pradera, Barrio Sésamo...
Ahora, los dibujos son violentos, frenéticos y estéticamente horribles. Pero el otro día vi unos dibujos que son todo lo contrario: "Arthur". Totalmente apropiada para los niños, es una serie educativa, entretenida y que transmite valores (respeto por los mayores, por el medio ambiente...). Muy recomendable. Y también está "Zorori", que aunque un poco chorras no están mal, son divertidos. Por cierto, esas dos series las echan en Clan TV. Disney Channel es un channel vetado en mi casa (atrás, muy atrás quedaron los tiempos de Patoaventuras, Chip y Chop, el Pato Donald...).
En resumen, está bien que a los niños se les lleve a música, kárate, inglés, alemán, chino... pero primero hay que enseñarles a ser personas, lo que es la tolerancia, el respeto y el autocontrol, y la adecuada gestión e identificación de sus propias emociones y las de los demás. Y desde pequeñitos, para vacunarles del efecto perverso de series como 'Física o Química'.
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