No hay duda de que los derechos de la mujer en ciertos países islámicos están, por decirlo de una forma eufemística, "obviados". Pero en Occidente se ve especialmente escandaloso el hecho de que a una mujer se le obligue a vestir con un burka, por ejemplo. Polémicas judiciales aparte, como el caso del uso del chador en las escuelas francesas, el otro día oí decir a Juan Adriansens, que como todos sabréis no es muy amigo de las religiones ni de las sociedades teocráticas, que no hay nada menos inocente que la forma de vestir, refiriéndose al uso por parte de las mujeres musulmanas del burka. Y sí, puede que tenga razón, pero... ¿no estamos fijándonos demasiado en la viga en el ojo ajeno sin prestar atención a la enorme viga que cimenta y echa raíces en el nuestro? ¿Qué es más alienante para la mujer? ¿Tener que ponerse el chador? ¿o la brutal esclavitud que padece la mujer occidental (la mayor parte de los casos sin percatarse de ello o acatándolo como algo natural e inevitable, lo que es realmente espeluznante), siendo obligada a "obsesionarse" por su aspecto físico, como un requisito "sine qua non" para triunfar en cualquer faceta de su vida? Y lo que realmente me preocupa es que esta obsesión por la belleza o, como digo yo, el culto a la gilipollez, está alcanzando cotas alarmantes en las generaciones más jóvenes, incluidos los chicos. Hoy a la salida de un instituto vi a un chico de unos 16 años con las piernas total y perfectamente depiladas. ¿No se ha llegado un pelín lejos? ¿Tan poderoso es el marketing que logra convencer a una persona de que si no cumple unos determinados cánones de belleza no vale nada en este mundo? ¿Será la distinción entre feos y guapos el racismo del siglo XXI? Mi respuesta todas estas preguntas es un SÍ pesimista.
Entonces... ¿quién está más sometida, la mujer musulmana o la occidental?

No hay comentarios:
Publicar un comentario