
Mientras existan seres humanos como San Vicente Ferrer (lo de Santo no creo que haya Papa que lo pueda discutir), aún quedará un resquicio para la esperanza. Porque sus obras son como pequeñas y humildes semillas que al cabo del tiempo germinan y generan fruto en abundancia. No hay más que ver los cientos de miles de personas que han acudido allá en la India a darle su último adiós, en una muestra de agradecimiento multitudinario y colectivo por su labor y entrega a los pobres de este mundo.

La Humanidad está necesitada de personas como él.
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