"Tal y como nos lo venden, el deporte es una perversión. Una cosa es hacer un poco de saludable ejercicio y otra bien distinta es esforzarse durante años en arañar una milésima al crono; cometer la insensatez de querer ser el primero en carreras que no llevan a ninguna parte o, todo lo más, al mismo punto de partida. Dedicar una infancia y juventud a batir un record es algo que debería estar prohibido por alienante y por limitar al desarrollo intelectual y afectivo de los jóvenes.
Con las cosas así, montar este pollo de que si se drogan o no se drogan me parece un sublime acto de hipocresía. La vida que llevan esos deportistas "de élite" es de por sí una pura droga y un desvarío sin sentido. Y todo para que, primero, esos pobres chicos se crean que hacen algo importante, segundo, el lisabesqui de turno se pavonee por las muchas medallas que obtiene España (en la mejor tradición castro-briesneviana) y, tercero, que nosotros disfrutemos ante el televisor pensando que una buena medalla vale más que mil crisis. ¡País!"
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