Fruto de la herencia política de la Ilustración es la idea por todos aceptada, al menos en teoría, de que no es bueno que el poder (político) se concentre en unas pocas manos. De ahí la división de poderes, presente, en mayor o menor medida, con mayor o menor efectividad, en nuestras democracias: poder ejecutivo, legislativo y judicial.
Pues bien, esto que a todos nos parece estupendo, está circunscrito a lo que es el poder político, algo lógico por otro lado si tenemos en cuenta el contexto histórico en el que se encontraba Montesquieu: la Monarquía Absoluta, el Despotismo Ilustrado. Por un lado teníamos un monarca que ostentaba todo el poder y por el otro una burguesía en auge que reclamaba su posición en la sociedad.
Pero volviendo a la actualidad, y dejando a un lado la ingenuidad, ¿alguien se cree que el poder material de este mundo reside en los parlamentos, en los gobiernos? No, las multinacionales, las grandes corporaciones. El poder del dinero. Ahí está el poder, los que ponen y quitan gobiernos, los que fijan el precio de los alimentos, los que controlan los medios de comunicación y por tanto a la opinión pública.
Por tanto, si es bueno limitar el poder político, como hemos visto, ¿por qué no limitar asimismo el poder económico?
Vayamos por partes: por un lado están los ricos que cada vez lo son más y más, por otro lado está la clase media, lobotomizada y amansada, y por el otro la mayoría de los seres humanos de este planeta, cuyo único objetivo es sobrevivir día a día.
Yendo al grano. En mi opinión, ¿cuál es la causa de este desigual reparto de la riqueza y los recursos? Hay tantas causas, pero ahora quiero centrar mi atención en una de ellas: el perverso concepto de propiedad en nuestra sociedad. Porque parecería fácil de entender y hasta lógico el pensar que si una persona tiene muchos bienes y los ha conseguido de manera legal, muy bien, nada que objetar, son suyos y puede hacer con ellos lo que quiera. Pero... manera legal, ¿equivale a manera justa? Porque hay muchos medios de hacerse rico que aunque son perfectamente legales, éticamente son cuanto menos cuestionables. Pero aún en el supuesto de que no sólo sea de manera legal sino legítima y ética (es decir, una persona emprendedora que con su esfuerzo y preparación ha conseguido levantar una fortuna), creo que merece la pena recordar que ni todos los méritos con exclusivamente nuestros ni todos los fracasos achacables totalmente a uno mismo. Lo que quiero decir, es que, como decía Ortega y Gasset, "soy yo y mis circunstancias". Imaginemos dos gemelos, idénticos, a los que separan nada más nacer. Uno de ellos es criado en el seno de una familia acomodada de Boston, por poner un ejemplo, y en cambio el otro crece en el Bronx, por poner otro ejemplo. Naturalmente, los dos tienen las mismas predisposiciones naturales pero me cuesta creer que pasados 40 años sus vidas guarden alguna similitud. Y ello es porque no han tenido las mismas oportunidades o los mismos condicionantes. Y no quiero decir con esto que vayan a tener una clase de vida que a priori uno podría pensar. Puede pasar perfectamente que el que se crió con una familia acomodada acabe enganchado a las drogas de diseño y que el que vivió en el Bronx, a base de esfuerzo y superación, consiga acabar la carrera de Medicina a base de becas y llegue a covertirse en una eminencia de la cirugía.
Lo que quiero decir es que si uno ha sido capaz de crear una fortuna, en parte será gracias a sus méritos, pero que no quepa la menor duda de que en gran parte lo es gracias a lo que ha recibido de la sociedad, sus logros se han materializado por la estructura jurídica, legal, social y económica que permite el desarrollo de su actividad.
Siguiente paso: aún así puedo admitir que efectivamente, una persona que se ha enriquecido legalmente disfrute de sus posesiones sin más limite que el impuesto por el sistema tributario.
Ahora bien, lo que no admito son las Paris Hilton de este mundo. ¿Pero qué ha hecho ella para tener esa fortuna y disfrutarla, sobre todo de la manera que lo hace? ¿El mero hecho de haber tenido la suerte (o la desgracia) de nacer en una familia inmensamente rica es justificación para que tenga la vida solucionada y más que solucionada?
Ahí la limitación del poder económico que propongo: supresión de las herencias. Así de claro.
Porque lo que suele pasar con esa clase elitista y arrogante es que suele ser bastante endogámica y exclusivista: van a las mismas escuelas, se divierten en las mismas fiestas, se casan entre ellos, y al final, todo queda en casa.
Evitemos todo esto de una manera sencilla: no hay herencia. Lo que uno gane a base de esfuerzo en su vida, será de él pero no pasará a sus descendientes. Que se busquen la vida como todo hijo de vecino.
Por supesto, todo esto con ciertos límites: por ejemplo, sí podrá ser heredada la casa familiar, y monetariamente hasta una cierta cantidad. El resto, si es dinero, directamente a paliar las necesidades de los más pobres. El resto, lo que pueda venderse, que se venda, y lo que no, que lo gestione un administrador.
Otro límite sería la minoría de edad, en el sentido de que en los casos de orfandad, el menor tendría derecho a disponer de los bienes hereditarios con el objeto de proporcionarle una vida digna y unos estudios.
Todo esto puede resultar controvertido, sin duda lo es. Pero en el fondo, también es un favor que se les hace a los niños ricos. Porque sus papás, en vez de malcriarlos, lo que harán, sabiendo que no van a recibir un céntimo de sus millones, será procurar educarlos correctamente e intentar convertirles en hombres y mujeres de provecho.
En el fondo, a lo que apelo es al famoso "velo de la ignorancia" de John Rawls, que lo que viene a decir es que para diseñar una sociedad justa, tenemos que olvidarnos de quiénes somos y de todas nuestras circunstacias: sexo, color de piel, posición económica... De esta manera, si nadie conoce su lugar en la sociedad, si va a ser guapo, alto, feo, listo, si va a tener una discapacidad, etc. todos procurarán que no se privilegie a nadie en base a esas características, procurando por tanto un esquema de justicia social aplicable a todos.
Porque, ¿acaso los habitantes de los países del tercer mundo han elegido nacer allí? No, como tampoco lo ha hecho Paris Hilton. Intentemos cuanto menos que las oportunidades de prosperar en este mundo cada vez dependan menos de factores que no se pueden elegir, como el color de la piel, el país en que se nace o la posición social que uno ocupa por razones étnicas o familiares.
En resumen: el concepto de herencia no tiene razón de ser en un modelo justo de sociedad, puesto que los bienes que una persona acumula a lo largo de su vida, los recibe gracias a todo lo que la sociedad le aporta. Es de justicia que a cambio, lo retorne posteriormente a esa misma sociedad la cual se debería encargar de redistribuir esos bienes para un reparto equitativo de la riqueza.
Los ricos, sabiendo que sus hijos no recibirán su fortuna, procurarán y se esforzarán por construir un mundo más justo y humano, en el que todos tengan las mismas oportunidades, incluidos sus hijos.
Y los padres, si de verdad se preocupan de sus retoños, lo que tienen que hacer es educarles sabia y responsablemente, procurarles una buena formación y como digo, que sean hombres y mujeres como Dios manda.
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