Vale, muy bien: en resumen, que tal y como están las cosas, ese consumismo animal y obsceno del que venían haciendo gala los que podían y los que no podían también (endeudándose hasta las cejas) durante los últimos años, parece que se está moderando, que no extinguiéndose, porque a falta de auténticos valores, en esta nuestra puerca sociedad (no puedo evitar expresarme así), el hedonismo, hediondo becerro de oro de la contemporaneidad (hediondo de arrogancia, de vanidad, de orgullo, de soberbia), sigue siendo amo y señor de la mayoría de almas.
Pero el gran cambio de esquema, el fin de la cultura de consumo, parece improbable. Al menos, si depende de giros sociológicos o ideológicos. Javier Garcés opina que "este modo de vida puede cambiar por cuestiones de necesidad, porque se acaben los recursos o porque mantener este tren de consumo sea insostenible en el planeta, pero no hay ningún movimiento revolucionario de los jóvenes por cambiarlo pese a la existencia de algunas plataformas o iniciativas como el Día sin Compras".
Es decir, que la gente sólo cambia si se ve forzada a ello "in extremis", como última necesidad, vamos, cuando no le queda otro remedio. Pues vaya mierda, ¿no? ¿No se supone que tenemos el don de la racionalidad, de la inteligencia superior para algo? ¿No estamos viendo acaso lo que está pasando en este mundo: hambrunas, sobreexplotación de los recursos naturales, etc. etc.? Pienso que lo de tropezar 3 veces en la misma piedra es algo que deberíamos cambiar, y lo gracioso es que todo podría ser diferente con un poco de buena voluntad por nuestra parte. Aunque parezca una chorrada, cada pequeño gesto, cada pequeña buena acción, o cada mala acción que evitemos, ayuda, y mucho más de lo que la gente podría pensar.
SI QUIERES CAMBIAR EL MUNDO, EMPIEZA POR TI MISMO (GANDHI)
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