jueves, 30 de julio de 2009

¿Tardará en volver la cultura del despilfarro?

http://www.elpais.com/articulo/sociedad/cultura/despilfarro/tardara/volver/elpepusoc/20090730elpepisoc_1/Tes
Vale, muy bien: en resumen, que tal y como están las cosas, ese consumismo animal y obsceno del que venían haciendo gala los que podían y los que no podían también (endeudándose hasta las cejas) durante los últimos años, parece que se está moderando, que no extinguiéndose, porque a falta de auténticos valores, en esta nuestra puerca sociedad (no puedo evitar expresarme así), el hedonismo, hediondo becerro de oro de la contemporaneidad (hediondo de arrogancia, de vanidad, de orgullo, de soberbia), sigue siendo amo y señor de la mayoría de almas.

Pero el gran cambio de esquema, el fin de la cultura de consumo, parece improbable. Al menos, si depende de giros sociológicos o ideológicos. Javier Garcés opina que "este modo de vida puede cambiar por cuestiones de necesidad, porque se acaben los recursos o porque mantener este tren de consumo sea insostenible en el planeta, pero no hay ningún movimiento revolucionario de los jóvenes por cambiarlo pese a la existencia de algunas plataformas o iniciativas como el Día sin Compras".

Es decir, que la gente sólo cambia si se ve forzada a ello "in extremis", como última necesidad, vamos, cuando no le queda otro remedio. Pues vaya mierda, ¿no? ¿No se supone que tenemos el don de la racionalidad, de la inteligencia superior para algo? ¿No estamos viendo acaso lo que está pasando en este mundo: hambrunas, sobreexplotación de los recursos naturales, etc. etc.? Pienso que lo de tropezar 3 veces en la misma piedra es algo que deberíamos cambiar, y lo gracioso es que todo podría ser diferente con un poco de buena voluntad por nuestra parte. Aunque parezca una chorrada, cada pequeño gesto, cada pequeña buena acción, o cada mala acción que evitemos, ayuda, y mucho más de lo que la gente podría pensar.

SI QUIERES CAMBIAR EL MUNDO, EMPIEZA POR TI MISMO (GANDHI)

lunes, 27 de julio de 2009

Sí hija, sí (II Parte)

Y para poner la puntilla a esta nuestra puerca sociedad, un dato:

El 60% de lo que se invierte en la industria farmacéutica se destina a la cosmética.

3 de cada 15 nuevos medicamentos sirven para curar o tratar enfermedades del llamado Tercer Mundo.

¿Quién da más? ¿Hasta cuándo vamos a seguir callados? ¿Hasta cuándo vamos a seguir siendo cómplices del Holocausto de nuestros días? Sí, sigo bien, Holocausto, porque millones de personas en todo el mundo están muriendo gratuitamente, son muertes evitables, claro está, si acompañase la voluntad política de los que mandan en el mundo (multinacionales y demás basurilla).

Pero en vez de levantarnos y hacerles frente, qué va, les seguimos haciendo el juego, preferimos cerrar los ojos y vivir una vida prefabricada, al estilo Wisteria Lane, consumir, consumir, follar, consumir...

Qué pena y qué asco da todo... El otro día leí que la mejor prueba de que había vida inteligente en el Universo es que no se han puesto en contacto con la especie humana, jajaja... en fin, habrá que ponerle humor a la cosa, que si no uno se acaba agriando de una manera...

Un añadido (artículo de la web de El País, de 12 de agosto) que viene a corroborar lo anterior:

domingo, 12 de julio de 2009

Por cierto, me encanta Emma Thompson cuando dice lo de "Me encantaría poder lavarle el cerebro a todas las mujeres del mundo y explicarles que no importa su aspecto. Es una obsesión insana."

Genial.

REBELDÍA CONTRA LA TIRANÍA, COMO TIENE QUE SER

Reportaje que reproduzco íntegro y que se podía leer en la web de 'El País' de hoy:

Actrices contra el 'botox' y por la arruga
Raquel Weisz, Kate Winslet y Emma Thompson reivindican la naturalidad como arma para sus interpretaciones frente a compañeras como Nicole Kidman

Botox. Entró en la epidermis del siglo XXI con la fuerza de una locomotora: la palabra mágica podía borrar el tiempo de los rostros más arrugados y en Hollywood se convirtió en un producto tan común como el tinte de pelo rubio o el pintalabios rojo. Pero no todas las actrices reverencian al gran dios antiarrugas: la última en unirse al coro de las rebeldes ha sido Raquel Weisz. "El botox debería estar prohibido para los actores igual que los esteroides lo están para los deportistas". Así de rotunda es la británica en el próximo número de Harper's Bazaar UK. "Actuar consiste en ser expresivo. ¿Por qué borrar las arrugas de la expresión?" se pregunta Weisz, de 38 años, en una extensa entrevista.

Aunque la mayoría de las actrices pertenezcan al bando de Nicole Kidman, cuyo rostro angelical resplandece a costa de estar prácticamente paralizado por el botox, hay unas cuantas mujeres valientes que se han pronunciado antes que Weisz en contra de estas inyecciones de falsa juventud. Curiosamente, varias de ellas son británicas. La oscarizada Kate Winslet, lo ha dicho en numerosas entrevistas: "Quiero ser capaz de expresarme con mi rostro". Y Emma Thompson ha sido más que clara: "El botox sería una terrible traición hacia todo en lo que creo. No le veo ningún sentido. Tengo 50 años y pienso ¿por qué no puedo tener 50 años?, ¿qué tiene de malo? Me encantaría poder lavarle el cerebro a todas las mujeres del mundo y explicarles que no importa su aspecto. Es una obsesión insana", declaró el mes pasado en la web Bangshowbiz.

También hay mujeres made in Hollywood que tienen carné antibotox. Tanto Cate Blanchett, de 39 años, protagonista de El aviador como la reina de Sexo en Nueva York, Sarah Jessica Parker, de 43, son acérrimas enemigas del botox por principio. Y entre quienes no se han pronunciado hasta haber recibido el primer pinchazo está Jennifer Aniston... "Lo probé una vez y odié sus efectos. Era como llevar peluca", declaró este invierno en la revista People la protagonista de la serie Friends, de 41 años.

Pero desde que envejecer y que se note se ha convertido en pecado capital las voces que defienden la belleza de la arruga natural también hacen ruido. "Cuando tenga 80 años quiero mirarme al espejo y ver a una mujer de 80 años. Mis abuelas tenían muchas arrugas y cada una contaba una historia". Esta frase es de Penélope Cruz, de 35 años, quien no se opone a la cirugía "leve" pero no parece tener intención de utilizarla. La obsesión por mantenerse eternamente joven creció exponencialmente a lo largo del siglo XX y se disparó en el XXI ayudada por una industria antienvejecimiento que incita a hombres y mujeres a gastarse millones en seguir pareciendo adolescentes. Muchos de quienes viven de su aspecto físico ni lo dudan, puesto que prolongar la juventud es una forma de mantener sus ingresos bien altos, como en el caso de la modelo Linda Evangelista, que a sus 43 años dice sin rodeos: "Utilizo botox porque las modelos no somos sobrehumanas. Envejecemos".

El problema, sobre todo en el cine, es que el exceso de botox está convirtiendo las películas en un desfile de maniquíes incapaces de comunicar y quizás por eso, en los últimos años, muchas de las mujeres que se han llevado el Oscar han sido precisamente las antibotox: Penélope Cruz, Kate Winslet, Rachel Weisz, Tilda Swinton, Helen Mirren o Marion Cotillard, capaces de provocar un escalofrío simplemente con un movimiento de ceja. Como decía Alfred Hitchcock "no hay mejor efecto especial que un primer plano de un rostro humano". El botox está borrando este axioma del cine, pero quizás la defensa de la naturalidad gane la batalla.